Deseo de ser árbol – Ángelo Néstore

Espasa, 2022

Ángelo Néstore con su último poemario nos ofrece una perspectiva más íntima de sí misma, se abre en canal y nos comparte sus vivencias y sus anhelos hasta haber conseguido aceptarse en el amor.

Desde el inicio de su obra el verbo desear es fundamental para contarnos una historia bien hilada que contemplamos ya en la preciosa portada de su libro bajo el título Deseo de ser árbol, en las citas que abren sus dos secciones, una de ellas de Audre Lorde y otra de Néstor Perlongher y en varios de los títulos de sus poemas así como en el contenido de los mismos.

Se observa por un lado «el deseo de ser mujer» (identidad verdadera) y un «deseo de ser hombre» (imposición de la sociedad) para ello emplea un lenguaje doloso y desarraigado en armonía con la sencillez y la metáfora; luego da paso a Deseo caer al suelo, Desear la sed, Deseo de ser árbol o Deseo de ser perro, este último poema puede ser concebido como la huida del yo en los versos «[…] mirar el mundo siempre por primera vez, / amar en multitud, / un cuerpo sobre otro para vencer el frío, / morir solo, a escondidas, pero haber vivido.» Y cierra el poemario con Romper el techo en los versos «Sacudir la historia / de los hombros. / Celebrar el polvo».

Y es que si en su primera obra, Actos Impuros, (2017) veníamos de una poesía rompedora desde la perspectiva de género y los obstáculos a los se enfrenta una nueva masculinidad, esto se hace más latente en este nuevo poemario, donde la familia tradicional es clave en el desarrollo del hijo deseado y donde el padre o el abuelo son figuras de admiración, hombres, que despiertan en ocasiones la vulnerabilidad de la autora en el duelo. Además, a lo largo de la lectura nos sumergimos en un entorno mediterráneo que no solo es un medio que utiliza Ángelo para expresarse, sino que nos facilita a los lectores la inmersión en su mundo conducidos por ella a través de diferentes elementos poéticos como son la primavera, la religión, el mar, el huerto, los árboles, las flores o la presencia de las frutas, concretamente de dos que me han llamado la atención: la uva y la mandarina, por repetirse en varios de sus poemas; como ejemplo, tenemos La soledad tiene nombre de jardín, con los versos «La soledad tiene nombre de jardín / y la exprimo con rabia / como se exprime el néctar / de las uvas recién cogidas de la viña.» Y en Te he besado fuerte los ojos: «para que el deseo nos sorprenda otra vez niños / y sin dientes y sin nombres / y las piedras se vuelvan fruta / y las uvas más dulces».

En la misma línea podemos encontrar otras repeticiones, esta vez relacionadas con las ansias de libertad, de alzar el vuelo, en las figuras de pájaros tales como el vencejo, la urraca y el jilguero; pero lo más importante de este poemario es sin duda su trasfondo, y es que no es la voz únicamente de Ángelo manifestándose, sino el conjunto de las voces de un colectivo que sigue sufriendo los primeros encuentros con su verdadera identidad de género y que culpabiliza sus cuerpos, al verse reflejados en los deseos de sus padres y de la sociedad; así se ve en estos versos de Era tan rubio y dócil, que dicen así: «Y con mis dientes intentaba, / con mis dientes, en vano, / intentaba extirpar, uno a uno, cada vello. / Así empecé a esconder las manos, / para acallarlas».

En definitiva, Ángelo nos deleita con su delicadeza y su elegancia, convirtiendo lo monstruoso en belleza y afianzando su dominio poético -al que ya nos tenía más que acostumbrados-; por lo que, parafraseando a su autora, si el deseo es «esa leve dentellada», este libro lo es.Y nos deja con ganas de más.

Irene F. Romero

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